En Blackpool Digital nos inspiran las palabras. Son nuestro instrumento más importante. Trabajamos con ellas con mucho cuidado y respeto, para comunicar, para transmitir y para conectar entre nosotros.
Entrevisté al poeta Joan Margarit cuando era estudiante de primero de Periodismo, como proyecto final de una asignatura. Fue mi primera entrevista importante, y todavía la recuerdo, con mucha emoción, como si fuera ayer. Me transmitió su amor por las palabras, por la lengua, por la cultura. En ese momento ya fui plenamente consciente de que estaba conversando con una de las mentes más brillantes de nuestro país.
“No tengo ganas de definirme. Quiero escaparme de la definición. Cada nuevo descubrimiento amplía el horizonte; no se termina nunca. Si te mueres diciendo que ya lo has visto todo, mal”, me dijo. Sus palabras me acompañan desde entonces, y lo seguirán haciendo. Los poetas no mueren del todo: su obra seguirá bien viva.
Él siempre recalcaba, en los recitales de poesía, que el arte nos diferencia del resto de animales. Lo necesitamos de verdad, porque nos ayuda a seguir hacia delante en los momentos más difíciles y oscuros. Es nuestro flotador. Un poema te puede salvar la vida. El arte, la literatura y la cultura son esenciales.
Hoy, recuperamos esta entrevista inédita para agradecerle tantos años de poemas, tantas páginas que nos salvarán si algún día nos sentimos desorientados. Este es nuestro pequeño homenaje en memoria del arquitecto de las palabras.
Foto: Carlos A. Schwartz
"Un poema no puede tener solo una interpretación", Joan Margarit
El poeta me recibe en su casa, que se construyó antes de la Guerra Civil y fue reformada por él. Nos acomodamos en el salón; es muy cálido, repleto de vitrinas, música y fotografías de su mujer y sus hijos. “La poesía se parece más a la ciencia que a la literatura. Tiene que ser más lúcida. Por mucho que la poesía trabaje con palabras y la ciencia con números, no implica que la primera sea literatura”, me explica.
¿Cómo se compone un poema?
Yo miro dentro de mí, y dentro de mí busco alguna cosa que tú, lector, a quien no conozco, también poseas. La saco, la escribo, tú la lees y, si está bien hecho, dirás al mirar el poema: “este soy yo”. Este es el proceso ideal. Si no se cumple, el poema es malo.
O puede que lo sea el lector…
También, pero el 90% de las veces es culpa del poema y no del lector. El lector no tiene por qué ser una persona extraordinariamente conocedora ni extraordinariamente culta. Un poema puede afectarles igual. Lo que pasa es que no es lo mismo leer un poema por primera vez que tras 15 relecturas.
¿Cree que la arquitectura ha influido en su poesía?
Bien, hemos dicho que yo empiezo el poema mirando dentro de mí; no puedo mirar en ningún otro lugar, no puedo mirar dentro de ti. Miro dentro de mi vida y es evidente que mi vida es la arquitectura; también la tengo que mirar. Como también tengo que mirar a mis hijos, a mi mujer: todo. Por lo tanto, hay muchos poemas que parten de mi trabajo como arquitecto; algunos de manera explícita y otros no tanto, pero yo sé que provienen de ahí.
¿Puede escribir sobre algo que no haya vivido jamás?
No. Ni yo, ni nadie. La poesía siempre parte de la biografía. Esto no quiere decir que explicite anecdóticamente la biografía.
Se le vincula a la poesía de la experiencia.
No creo que se pueda partir, para hacer un poema, de nada más que de la propia experiencia. Si escribo un poema y digo: “Yo vivía en el Walden y miraba hacia tu casa”, dirás…
Es poesía de la experiencia.
¿Y si yo lo empiezo diciendo: “Rojo, aroma de baldosas, cielo azul, qué frío”?
…
También estoy hablando del Walden, pero el lector ya no lo sabe. Parece una poesía abstracta que no es de la experiencia. Es una clasificación muy mal hecha, de muy poco interés.
¿Puede escribir bajo cualquier circunstancia?
No. Es misterioso, esto. No sabes nunca cuándo llega. La inspiración existe: es lo que diferencia al poeta del que no lo es. Y no es algo democrático: la naturaleza, la genética, las circunstancias, lo que sea…, lo reparte. Si lo tienes y lo trabajas, puedes llegar a algo. Si no lo trabajas, no te servirá de nada. La unión de trabajo e inspiración puede producir un buen poema. O puede no producirlo.
¿Cuánto tiempo tarda en escribir un poema?
El que más, han sido 15 años. Ayer acabé uno que empecé 10 años atrás. Pero, normalmente, un par de meses.
¿Y no hay ninguno que lo escriba y diga: “Ya está”?
No, esta no es mi metodología. Con unos segundos de inspiración, tengo trabajo para meses. Por lo tanto, puedo levantarme cada mañana y escribir y trabajar, porque estoy haciendo este poema. He ejemplificado el Walden: pues me pongo a escribirlo, y a la mañana siguiente lo releo y veo lo que falla y vuelvo a ponerme a ello, y así hasta que un día el poema se acaba y digo que este es el poema que yo quería escribir. O hasta que no hay manera y lo tiro. Y vuelta a empezar.
He leído que usted piensa que a la gente joven se le tendría que prohibir publicar…
El aprendizaje de las artes normalmente es largo. Hay excepciones: Rimbaud escribió toda su obra antes de los 18 años. No obstante, las excepciones también confirman las reglas, como reza el tópico. A mí me gusta mucho leer los libros de poesía completa; sumergirme en la obra de un solo poeta y pasarme todo un mes leyéndolo. Siempre empiezo por el final, por cuando era viejo, y voy avanzando hasta llegar a los primeros poemas de juventud. No llego casi nunca a estos poemas.
¿Por qué?
Porque me aburro antes. Porque las cosas interesantes, en general, empiezan a partir de un cierto momento. Si coges mi literatura completa, que se titula Todos los poemas, verás que en los primeros poemas tengo 40 años. Todo lo que escribí antes lo he borrado del mapa.
¿No le podría interesar a nadie?
No. Tal vez por curiosidad, chismes o intereses de eruditos que buscan esta faceta. A mí, ni me interesa ni quiero que me la busquen. La juventud es una época de aprendizaje. Y el aprendizaje siempre tiene un punto dramático; no pasamos a ser un hombre o una mujer de manera fácil.
Pero habrá algo positivo en ello…
¡Sí! ¡La vida! La vida es maravillosa. Pero no puedes decir: “está chupada”, porque chupada no lo está.
¿Y el concepto “misteriosamente feliz”, que a menudo utiliza?
“Misteriosamente feliz” es porque la felicidad y la tristeza y el dolor están muy unidos. La larga lucha de extirpar el dolor y dejar solo la felicidad es una lucha perdida. Es como la fuerza que hay en las personas para hacer el bien o el mal; no la puedes desligar.
¿Qué piensa cuando alguien interpreta un poema de manera diversa a lo que quería mostrar usted cuando lo escribió?
Siento mucha satisfacción, porque un poema no puede ser algo cerrado, que solo tenga una interpretación; esto es un poema malo. Un poema tiene que ser abierto, que digas: “este soy yo”, y a partir de aquí empieces a interpretar, según tú y según tu vida, todo lo que está allí escrito.
¿Le resulta difícil traducir sus propios poemas?
No, porque estoy metido de lleno en este mundo. Y nadie conoce mejor una lengua que no es la suya como los bilingües, como somos nosotros, los catalanes, y esto nos permite aproximarnos al máximo a la otra lengua. Además, tengo otra ventaja, y es que la persona, el poeta al que traduzco, nunca se queja. En realidad, yo creo que lo que hago es escribir dos poemas. Son dos lenguas distintas. Una lengua es una estructura del cerebro. Una lengua es mucho más que una herramienta para pedir una cerveza en el bar. Es una manera de ver la realidad, de estructurarte, de pensar.
¿Se puede vivir solo de la poesía?
No, no es un oficio. Un oficio lo harás mejor a los 40 que a los 30. Esto es un oficio, tienes una garantía, puedes estar tranquilo.
¿Y con la poesía no?
No, con la poesía puedes llegar a los 60 y ser una patata. Igual que a los 30 e igual que a los 20. Y que surja un chaval de 20 años que escriba mejores poemas que tú. No es un oficio, y por eso muchas veces resulta dramático. Solo conocemos a los poetas que han llegado a escribir un buen poema alguna vez. Hay poetas que nadie sabrá nunca que existen. Para ellos es un drama, porque pueden haber llegado a los 60 años intentándolo conseguir. Tiene este punto dramático, de incógnita y de desavenencia. Los malos poetas viejos tienen mucha mala leche, pero es que es lógico. Se les ha ido la vida en ello. En cambio, en un oficio nunca pierdes. Apuestas por algo que, mientras lo hagas con buena fe, te funcionará. En tu interior, te confiere una identidad. La seguridad que te da un oficio, el arte no te la puede dar.
Para acabar: ¿cuáles son sus influencias como poeta?
Todo el pasado. No hay nada más terroríficamente falso en el arte que la originalidad. El arte es un enorme friso que empieza más allá de la cueva de Altamira, vete a saber cuántos miles de años antes de Cristo, y que no se ha detenido jamás. Cada artista que ha perdurado no ha hecho más que una pincelada en el enorme friso. Si para ti eso es ser original… Para mí, no lo es. Solo espero poder ser algún día una pincelada dentro de este friso, que ya es muy difícil.
“Un, dos, tres: pica paret.
Ja no m’importa si la Mort em veu:
em giro per somriure als qui em segueixen.
Ara que he arribat a prop del mur,
no sé res del que hi pugui haver al darrere.
Només sé que me’n vaig amb els meus morts.”
Fragmento del poema “Els morts”, de Joan Margarit