La final de Top Chef fue sin duda uno de los hitos televisivos más importantes de los últimos meses. Atresmedia ha logrado que su propuesta llegue a los niveles de expectación de las grandes citas deportivas gracias al siempre efectivo recurso de la gastronomía.
Ante un evento de tal envergadura, la televisión se vistió de gala y puso al servicio del espectáculo, como en ediciones anteriores, un sinfín de recursos. Y en el centro de las miradas, los dos finalistas, Marcel y Alejandro, quienes tuvieron la ocasión de preparar dos menús con los que alzarse victoriosos en esta edición.
Los menús presentados por ambos finalistas, por supuesto, respondieron a las expectativas de un programa de alta cocina. Sin embargo, es un error pensar que todo lo que estaba en juego en la final tenía relación con las habilidades culinarias. La comunicación, como elemento y habilidad transversal que es, estuvo presente en todo momento hasta el punto de poner la victoria de Marcel en entredicho.
Estrategia de comunicación en la final de Top Chef
La estrategia comunicativa de la final debió quedar definida al comienzo del programa, en el mismo momento en que Chicote anunció cual iba a ser el jurado: 25 personas del público. Probablemente los espectadores no le dieron tanta importancia a esta noticia, pero la realidad es que se trataba de un cambio clave respecto al jurado de especialistas de la edición anterior. Este cambio de target significaba que quien decidiría el ganador era un jurado no experto, con mayor dificultad para detectar matices y procesos de elaboración, especialmente si se trataba de procesos complejos. Este punto es especialmente importante teniendo en cuenta que el jurado hizo la cata a ciegas, sin ver la elaboración de los platos. Pero a su vez, un jurado que esperaba y ansiaba encontrarse ante platos de alta cocina.
Por eso, la estrategia de comunicación más efectiva debía ser lograr que esos platos tan elaborados fueran a su vez inteligibles para ellos. Y todo esto podía resolverse con tan solo dos acciones de comunicación: el título del plato y la presentación. Y no tenerlo en cuenta fue un error que por momentos pareció que iba a salirle muy caro a Marcel.
No importa lo que hagas. Si no lo comunicas, no lo has hecho.
Recordemos ahora los títulos con los que los finalistas pretendieron seducir al jurado. En el caso de Alejandro, un primer plato con la etiqueta de “Merluza de pincho con pil-pil de algas, plancton y hierbas del Mediterráneo” y un postre bajo el título “Macedonia de frutas tropicales dulces, ácidas y picantes”. En el lado contrario, Marcel presentó su “Dentón con toques de mis raíces” y lo remató con el postre “Del mar hasta la montaña”.
Alejandro supo dar valor a sus platos a la vez que facilitaba su comprensión al jurado mediante la enumeración de sus principales ingredientes. Predisponía al probador a estar receptivo y a ir por el camino marcado, el de la combinación de los diferentes sabores del mar y el viaje a través de frutas de sabores contrapuestos. Marcel hizo todo lo contrario, tal vez como resultado de no adaptar una estrategia que ya llevaba predefinida con la intención de encontrarse ante un jurado profesional. Los platos de Marcel dejaron al jurado algo perdido, con reacciones como “esperaba algo más elaborado” o preguntas del estilo “¿qué es ese toque amargo?”, mientras Alejandro se metió al público en el bolsillo consiguiendo que se sintieran incluso expertos (“lleva algas”, decía alguien), o estimulando el efecto sorpresa (“en mi vida había probado el plancton”, comentaba otro) o captando el mensaje (“sabe a mar”, se oye). Y es que el jurado esperaba complejidad, pero para ello debía entender que era complejo. Muy bueno debía estar el menú de Marcel para resultar ganador.